RATZINGUER TEÓLOGO PARA PEGAR EN LOS QUE TIENES

Publicado en por poemas-a-la-virgen-maria

 

Cuando esto salga a la luz (poca desde luego) muchos dirán que estoy loco por defender esto o aquello. Porque la gente ignora la objetividad. Solo la usa como frase adversa. Este tipo era muy buena persona… pero… ¡Ya está!: ahí empezamos con la subjetividad.

 

Hace ya muchos, demasiados años, que leía a Ratzinger, y me quedaba estupefacto ante una espiritualidad tan a flor de piel. Leer a este autor era para mí, mejor que a un Papini, a un Guardini, Karl Barth, Ranher, Bonhoeffer y tantos teólogos y scritores deliciosos por demás. Cuando llegó a ser el guardián de la fe, en su puesto de, Congregación para la doctrina de la fe, yo seguía viendo en este personaje, un hombre espiritual hasta el extremo de creer, por mi parte,  que su fe y su saber eran incompatibles con el cargo que desempeñaba.

 

Mientras leía alguno de sus libros me parecía excesivamente estricto, pero cuando pensaba en lo leído y sobre todo, en algunas frases, pensaba como era posible que lo que escribía no le proporcionara más conflictos con la jerarquía del Vaticano. Después pensaba y me decía a mí mismo ¡pero si este hombre habla como el más exaltado y extremo evangelista!  

 

Hablaba de estirar las manos de la iglesia para ayudar, para dar consuelo, para demostrar que un verdadero cristiano (en su caso hablaba en católico) era una parte eficiente en el mejoramiento de cualquier sociedad donde viviera. Que la Iglesia no se tenía que ocupar tanto de las “cosas segundas”, como el llamaba al empecinamiento en las pequeñas cosas que no solo nublaban la verdadera esencia de la Iglesia, sino que la sustituían.

 

Bueno, era un hombre que me dejaba siempre un sabor de que ambos pensábamos igual, aunque él se expresaba de aquella forma sorprendente. En definitiva, que fue su palabra muchas veces más eficiente en mi pensamiento, que los muchos sermones, obras cristianas, libros, etc.  

 

Cuando fue elegido papa, no pude reprimir una sensación de desencanto. Ahora tendría que estar sujeto a su condición de mando. Tendría que pensar y actuar como papa, con las limitaciones que, aun no siendo mucho mayores que las que soportaba por ser Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe eran, de cara a las gentes, más hierática e inmovilista que en su anterior cometido.

 

Actualmente me encuentro unos  editoriales y comentarios, que denotan sorpresa por que antes de ser papa, era considerado una especie de Gran Inquisidor. Y me divierte esa sorpresa (de todos los frentes) de los que ahora ven en él un hombre, como yo le he visto siempre. Un gran teólogo desde hace muchísimos años, y un hombre de fe con una trayectoria nítida y clara, aunque en muchos casos incómoda para muchos, que hubiesen preferido un “inquisidor” más flexible.  

 

Sus detractores más sañudos (aun no calmados), veían en mi apologética constante de los escritos y el pensamiento de este hombre, desde hace muchos años, algo no conforme a lo que mi mentalidad abierta y expectante denotaba. ¿Cómo puedes decir de este anquilosado anciano, eso que dices de su espiritualidad, y de su gallardía para sostener los principios del cristianismo católico? Te contradices. Esa no es tu mentalidad.

 

Hoy muchos de los que así me hablaban (con gran consternación por mi parte), ya reconocen a regañadientes que parece que tenía razón, en algunas de mis apreciaciones. Hasta me piden ¡a mí!, que les ilustre sobre cuales son sus escritos más interesantes.  

 

Quieren conocer, no a un papa que ellos en algunos casos detestan precisamente por ser papa. Quieren conocer a un hombre que desde siempre ha hecho del amor, y de la manifestación de este, un caballo de batalla para el crecimiento del cristianismo, la defensa del evangelio, y la seriedad de los planteamientos cristianos, en la praxis más auténtica y ejemplarizante.

 

Este sabio hombre, que se ocupaba de fortalecer la doctrina católica, (en muchos puntos y casos sujeta a gran controversia también por mi parte), luchaba para que esta misma iglesia demostrara y demuestre aun, que el amor es la sustancia de la doctrina, por que Dios es amor. Que el que quiera ser parte de la naturaleza divina, tiene que ser amor, él mismo.

 

Ahora ha lanzado una encíclica que aun no he leído totalmente, pero me dice el instinto y la experiencia, a través de la observación de su trayectoria, que será una revelación de lo que verdaderamente importa en la iglesia cristiana.

  

Esto, aparte de lo que sus detractores pueden decir (ahí no entro yo) de su defensa de valores, o anacronismos exclusivamente católicos. Pero eso es para otra ocasión o lo dejamos para no herir susceptibilidades o sensibilidades.

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