HUMILDAD BELIGERANTE
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada,
ni la incircuncisión, sino una nueva creación.
Y a todos los que anden conforme a esta regla,
paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.
De aquí en adelante nadie me cause molestias;
porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
Gálatas 6, 15-17.
Con toda humildad se ha de proclamar la verdad, y como Cristo en el templo, con los mercaderes, o en las discusiones que le proponían los religiosos de su tiempo, mostrarse de alguna forma beligerante. En ocasiones, por el celo de la verdad. Sin violentar, pero sin titubear. Con decisión, como el que sabe que sabe.
En otras, como en la del pago del tributo al templo, supo condescender. Pero en lo sustancial, no cedió un ápice; antes bien, corrigió y amplió la aparente y torcida sabiduría de ellos.
Fue tolerante con gentiles y judíos, con mujeres y hombres, con pecadores declarados y justos soberbios, y a todos pudo enseñar. Perdonó a la mujer sorprendida en flagrante delito de adulterio, pero le hizo saber que había pecado. Perdonó, pero no justificó el pecado.
Así, el discípulo ha de aprender, como hizo el Maestro, a convivir con la sociedad en la que vive. Pero no puede, en nombre de la tolerancia, decir sí a lo que no cree. Respetará los criterios de todos, pero ha de dejar claro que no los comparte.
Ante tantos pequeños "dioses", ha de demostrar que cree en el Único verdadero. Y si así resulta que los demás son falsos y él lo pone en evidencia, no por ello tiene que decir que no está en posesión de la verdad, como hoy se suele admitir en nombre de la tolerancia.
Los cristianos estamos realmente en posesión de la verdad, que es Cristo, y no podemos llevar esta verdad de modo vergonzante, sino siempre preparados para presentar defensa, con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros. 1ª Pedro 3:15.
Jesús no es, pues, una solución o un camino. Es el camino; es la solución. Y esto no es orgullo; es humildad de la más excelente condición, porque hemos creído en el testimonio que el Padre ha dado de su Hijo. Y el que cree no es soberbio sino que cuanto más cree, más humilde se torna. Es la prueba suprema.
AMDG