EL MÁS GRANDE PODER HUMANO (
Los discípulos disputaban entre sí sobre quién sería el mayor. Y Jesús puso por delante de todos a un niño. Un niño no posee nada aunque sea de casa opulenta y heredero de todo. (Gálatas 4:1)Todo lo que necesita en cada momento, lo obtiene de su padre. El mundo nunca da nada gratis. El padre lo da todo sin pedir nada a cambio. Lo único que el padre recibe y ama de su hijo es un espíritu sujeto y humilde. La actitud de un niño.
El Señor nos enseñó que el humilde nunca se defiende ni pronuncia maldición, sino que encomienda su alma al fiel Creador, que vindicará adecuadamente su causa. Sobre todo, recordemos: ser salvo es imposible para el hombre, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.
Si Dios ama tanto la humildad, esta será sin duda el medio para hacer todo posible. No busquemos más garantías ni negociemos nuestra gloria que solo Dios da a los que ama: la confianza y la humildad son nuestra grandeza.
Hay quien desea para sus hijos unos puestos de directores y responsabilidades que marquen el éxito y la grandeza a la que llegar, más la realidad nos dice que a pesar de su prepotencia y su vanidad, solo recogen amarguras que no compensan la responsabilidad que traen los grandes logros en sociedad.
Vale más la ponderada dirección o cualquier puesto digno que les permita vivir honestamente, que toda esa parafernalia de exhibición de prepotencia y vacíos homenajes que los demás les prodigan interesadamente. Creérselo es una estupidez, como las muchas que los humanos cometemos con tanta frecuencia.
Y así dice el Señor de estos atrevidos e inconscientes buscadores de honores y flatulencias sociales: Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. (Isaías 13)
Mas la misericordia de Dios es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen. (Salmo 103:17)
Así es el Creador, y así su disposición hacia sus criaturas. Con la libertad nos dio también su responsabilidad compartida, de manera que siguiendo su conducción amorosa pudiéramos atravesar incólumes por esta vida. Nuestra soberbia nos lo impide, así como a los ángeles perdidos su orgullo y desobediencia. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. (Ezequiel 28: 14 y 15)
AMDG