CRISTO CAMBIA NUESTRA DEPRAVADA NATURALEZA

Publicado en por poemas-a-la-virgen-maria

   



El orgullo está dentro de nuestra misma naturaleza, y nos rige y gobierna. La humildad, en cambio, es recibida de Cristo, y debe igualmente regirnos conforme a la nueva naturaleza que de Él también recibimos. 



              De la misma manera que antes nos dominaba el orgullo, ahora, en Cristo, debemos ser esclavos de la humildad de Cristo, que nos la imparte. Así, la humildad de Cristo llega a ser nuestra misma naturaleza. Como antes era natural ser orgulloso, ahora también será natural ser humildes. 

 

 

            En Pentecostés, Cristo, por su mismo Espíritu, se apoderó de sus discípulos y, llenos de humildad y, por tanto, de confianza y valor, no pensaron en sí mismos, ni por si mismos, ni resistieron al Espíritu. Por eso Pedro dijo a los que se asombraban de la curación del cojo: ¿Por qué os maravilláis de esto, o por qué ponéis los ojos en nosotros como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste? (Hechos 3:12)

 

 

           ¡Qué diferencia del Pedro que afirmó vehementemente que seguiría a Jesús hasta la muerte, legándole después. Nuestra actitud hacia la preeminencia que la humildad tenía en la enseñanza y ejemplo del Cristo, solamente es eficaz cuando reconozcamos la impotencia de que el discípulo sea lo que el Señor quiere que sea. 



      Mientras que su humildad no sea reconocida como su gloria más destacada. La ausencia de esta gracia tan necesaria y sublime es la causa por la que Dios no quiera hacer en nosotros su obra magna. Su obra grande y maravillosa de trasformación de sus discípulos, como Él desea.

 

 

      ¿Cuanto y cómo será de provechosa la humildad, cuando Jesús insistió tanto enalteciendo esta virtud suya tan por encima de las demás, y la recomendó encarecidamente para que la imitasen sus discípulos? El que más humildad tenga, ese será más perfecto. Jesús dice: Entrad por la puerta estrecha. (Mateo 7:13) Para entrar por una puerta estrecha y andar camino angosto, no se puede ir erguido: hay que doblarse.

 

 

       El mar, con ser tan grande, siempre está por debajo de las otras más pequeñas corrientes de aguas, para recibirlas a todas. El fin de todo río, arroyo o agua caída, es el mar. Que es más grande cuanto más humilde. Por la humildad se deja vencer Dios; se congratula en dejarse vencer. El hombre se aplaca, y nuestra naturaleza da lugar a Cristo.

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Image Año de la Fe
               2012-2013
Memento homo,quia pulvis es
et in pulverem reverteris
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Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (Juan 1:2)

¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, 
mientras la onda cordial aliente un ensueño, 
mientras haya una viva pasión, un noble empeño, 
un buscado imposible, una imposible hazaña, 
 
una América oculta que hallar, vivirá España!
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